jueves, 18 de junio de 2015

DE CÓMO CERVANTES Y MATEO ALEMÁN VENGARON EL PLAGIO DE SUS OBRAS


(El Quijote y Guzmán de Alfarache constituyen un compendio de mucha sabiduría y enseñanzas que se puede extrapolar a la sociedad actual. Es lo que he querido demostrar y emprender con mis trabajos "República Dominicana y el gobierno de la República Barataria de Sancho Panza" y "El fragmento perdido de..." en otras páginas de este blog. Hacer esto con fragmentos escogidos que son interesantes, con cierto atractivo popular y análogos para la época actual es, asimismo, una manera de llevar a los lectores a hurgar estas obras y descubrir la riqueza de las mismas.

El periodista y novelista español Arturo Pérez Reverte ha valorado la importancia, por ejemplo, de la novela de Cervantes, opinión a la que me adhiero totalmente extendiéndola a la novela de Mateo Alemán :
 "Porque el Quijote no es solamente un libro bellamente escrito y un clásico de nuestra lengua, sino una escuela de filosofía, de ética, de lealtad, de honradez, de imaginación. El Quijote es un ejemplo. Y como elemento de trabajo, es una fuente riquísima para un profesor para discutir con los alumnos incluso de aspectos morales de la sociedad moderna")





Apropiarse de las ideas y obras intelectuales de otros  se ha hecho desde el principio de las sociedades, igual que se continúa practicando en nuestra contemporaneidad.  Miguel de Cervantes y Saavedra y  Mateo Alemán y de Enero fueron afectados por la imitación de sus obras principales. Dos listillos quisieron sacar provecho del fruto ajeno aprovechando, como diríamos hoy, "la pegada", la popularidad y prestigio de las primeras partes de sendas obras de Cervantes y Mateo Alemán: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y Guzmán de Alfarache.

Como conocen ustedes, se lanzó el "Segundo Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha" de un tal Alonso Fernández de Avellaneda  que ha sido llamado El Quijote apócrifo. En el prólogo del mismo, además de caer en el terreno personal burlándose, entre otros, de los defectos físicos de Cervantes ("es ya de viejo como el castillo de San Cervantes", "todos le enfadan, y por ello está falto de amigos", etc.),  de paso tuvo a osadía de ufanarse del dinero que obtuvo de su imitación y dirigiéndose a Cervantes dice: "pero quéjese de mi trabajo por la ganancia que le quito de su segunda parte".

 También se lanzó la "Segunda Parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache" firmada  por un tal Mateo Luján de Saavedra que, como observarán, quería confundir o satirizar con el nombre y con un primer apellido que rima con el del verdadero autor.

El ingenioso caballero Don Quijote y La vida de Guzmán de Alfarache constituyen dos libros con muchas enseñanzas y sabiduría  transmitidas respectivamente de dos maneras: una,  desde las acciones ejemplares de un hombre idealista y justiciero; y otra: desde la vida desarraigada de un ladrón, pícaro e infractor permanente de las reglas de la sociedad.

Igualmente toda esa sabiduría a la que aludo la han tenido obras como El Buscón de Quevedo, La Celestina, Lazarillo de Tormes, la Lozana Andaluza, La Pícara Justina... tratando temas tabú de la sociedad española, aunque encubriéndolos como enseñanza moral que se pretende asimilen los lectores. Pero a mi parecer El Quijote y Guzmán de Alfarache la concentran y agotan más, ya que son un gran compendio. Por esto, después de haber sobrepasado la lectura completa de  esas obras, siempre son, para el autor de este blog, una fuente permanente de consulta y lectura de determinados pasajes o capítulos aislados.

(En esa época, casi todas las obras españolas de un alto contenido y denuncia social con un fondo subyacente de solidaridad con los oprimidos, fueron escritas por judíos -conversos o encubiertos, se sobreentiende-, igual que los dos autores que ocupan la atención de este trabajo. Los escritores con origen judío son los que han denunciado y expuestos de mejor manera las miserias morales de su sociedad, asunto que trataríamos en otra ocasión).

Bien, pues a lo que vamos.

Los dos maestros de la escritura cuando ven sus obras usurpadas  activan una vendetta , van a por la venganza. Pero no lo hacen con la agresión física ni el insulto vis a vis, sino utilizando la destreza de su escritura en un juego entre la ficción y la realidad; lo hacen en sus propios libros: las segundas partes auténticas.

Veamos  la vindicación de Cervantes para  con su Don Quijote.


Este es el episodio de la venganza: Don Quijote y Sancho  alojados y descansando en una venta, y en una estancia que le divide de otra a penas un fino tabique, escuchan asombrados como dos viajeros comentan y leen la segunda parte de sus aventuras. ¡Qué maravilla, qué originalidad: leemos que Sancho  y Don Quijote están siendo leídos en un libro!

Y a partir de aquí se irá desmontando la falsa obra en un diálogo con Don Juan y Don Jerónimo, que así se llaman los vecinos:

"- Por vida de vuesa merced, señor Jerónimo, que en tanto que trae la cena (se refiere al ventero) leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.

-¿Para que quiere vuesa merced, señor Don Juan, que leamos estos disparates? El que hubiere leído la primera parte de Don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda.

-Con todo eso -dijo el don Juan-, será bien leerla, pues no hay libro tan malo, que no tenga alguna cosa buena".

Escuchaban Sancho y don Quijote estas cosas, y otras como por ejemplo que este último ya se había "desenamorado de Dulcinea del Toboso" a lo que él responde muy enojado que "yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad"   pues ella "no puede ser olvidada ni en don Quijote puede caber olvido".

Oyeron que a la mujer de Sancho Panza le cambian el nombre y éste, muy saleroso como siempre, pide a su caballero "Torne a tomar  el libro, señor, mire a ver si ando por ahí y si me han mudado el nombre". Pero no, no le han cambiado de nombre pero lo han pintado "comedor, y simple, y no nada gracioso" a lo que responde Sancho:

"-Dios se lo perdone. (mejor) Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí (...) y bien se está San Pedro en Roma". "Yo querría que ya que me llama comilón(...) no me llamase también borracho".

El arter ego de Cervantes habla en boca de Don Quijote soltando una serie de críticas:

"Quien en esta parte tan principal yerra, bien se podría temer que yerra en todas las demás de la historia": "En lo poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de aprehensión"  "Retráteme el que quisiere, pero no me maltrate; que muchas veces suele caerse la paciencia cuando la cargan de injurias".

En el momento que suceden estos hechos, Don Quijote y Sancho van camino de Zaragoza, a unas justas o torneos  y al escuchar que el libro del "Quijote apócrifo" califica su participación  allí muy anémica, sin lucidez, "falto de invención", "pobre de letras" y mal  vestidos, determina que para desmentirlo se desviará a Barcelona:

"Por el mismo caso no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y hecharán de ver las gentes como yo no soy  el don Quijote que él dice".

Y claro, tendrá mucho cuidado "informándose primero cuál era el más derecho camino para ir a Barcelona sin tocar en Zaragoza".

Los huéspedes quieren leerle y comentar más, pero agotada su paciencia a causa de lo que se dice en el mismo, y en un arranque de gran orgullo y desprecio arremete contra el libro  porque le basta lo que ha oído, por lo que...

"Lo daba por leído y lo confirmaba por todo necio, y que no quería, si acaso llegase a noticias de su autor que le había tenido en sus manos, se alegrase con pensar que le había leído"  porque "de las cosas obscenas y torpes, los pensamientos se han de apartar, cuanto más los ojos".

Y así fue como Cervantes, introduciendo el El Quijote apócrifo y comentándolo en su propia obra,  ajustó cuenta con  Avellaneda. Y hay que decir, como el trillado refrán, que "no hay mal que por bien no venga". Siempre he considerado que el hecho de que un tal Avellaneda se apropiara del personaje cervantino contribuyó a reforzar aún más el ingenio y la originalidad que ya tenía impregnada la primera parte de Don Quijote de la Mancha. Y  lo logra introduciendo un texto en otro. Incluso el tratamiento moderno de categorías comoautor, escritor, personaje, ficción-realidad, metalenguaje, metaliteratura, etc; cosas que teóricos de la literatura  del siglo XX han "descubierto" y tenido como nuevas  (y  practicadas por escritores en sus obras)  ya se verificaban en Cervantes y su Quijote en ese juego gozoso entre la realidad y la ficción con el que arremete mordaz y crítico contra el autor que imitó su obra.

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(Y esta es la magia, la maravilla del relato de Cervantes, lo moderno del mismo. En mi adolescencia cuando por fin emprendí con interés la lectura de esta obra en una edición escolar(reducida) que mi hermana mayor poseía, recuerdo que por estar tan absorto en la lectura de las aventuras de los personajes me pillo de sorpresa que de repente aparece alguien mencionando los personajes y el libro que leo, en ese mismo libro. Yo, estaba desconcertado;  no sabía qué era, si una ficción, la verdad, o la ficción de la ficción como un espejo frente a un espejo, y porque, repito, estaba tan absorto viviendo la aventura me convencí que eran reales, me lo hizo creer Cervantes, porque hay un contraste de otros personajes que se narran como que no son reales, ¿qué mas se quiere de esa mentira que es la literatura,  sino que lo que cuenta nos lo haga vivir como ciertos?).
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Y ahora la vindicación de Mateo Alemán para con su Guzmán de Alfarache:

Aunque también en la ficción  fue más lejos y cruel. Literariamente, mata en su libro.

Igual que Cervantes, en el prólogo a  la segunda parte Mateo Alemán se muestra comprensivo incluso elogia la usurpación que le hicieron diciendo que tiene mucha erudición, conocimiento en letras y humanidades y asuntos divinos y  "ser sus discursos de calidad que le quedo invidioso y holgara fueran míos". Más bien se autoinculpa

"Pues, por haber sido pródigo comunicando mis papeles y pensamientos, me lo cogieron al vuelo".

La venganza de Mateo Alemán es tan simple como relato a continuación:

En una ocasión, en Italia, Guzman de Alfarache está alto hostigado  a causa de que sus fechorías le han colocado en una encrucijada: ha colmado el vaso de todos.  Casi  se llega a la violencia, pero un pícaro como él, de su edad, le hecha una mano, le defiende, lo escolta mientras le lleva  a su posada. Es un momento en que "guzmanillo" se encontraba indefenso por lo que había bajado la guardia. No es por otra cosa que se expresa en esta consonancia: "Estaba  yo descuidado, había recebido buenas obras, oído buenas palabras, vía en buen hábito a un hombre que trataba de aconsejarme y favorecerme. Puso su persona en peligro, para guardar la mía. Visitóme, al parecer, desinteresadamente, sin querer admitir un jarro de agua".

Todo lo hizo  para ganarse la confianza, conocer y observar la estancia donde se aloja y robarle a Guzmán todos los bienes que ha acumulado en sus fechorías. Y asi sucede.

Más tarde, en la ciudad de Siena  se lo encuentra en el camino a  Florencia. Pide perdón  y narra el de Alfarache  que "No me bastó el animo (...) a dejar de compadecerme dél y saludarlo, poniendo los ojos, no en el mal que me hizo, sino en el daño del que alguna vez me libró.

Supuestamente arrepentido, este pícaro se pone a sus servicios y comparten muchas fechorías  a partir de ese momento. Y le cuenta su vida: que, como siendo valenciano y sus padres honrados, él y su hermano tomaron flaqueza y gusto a la vida fácil  "ya fuese porque de niños quedamos consentidos, ya porque dejándonos llevar de los impulsos de nuestro apetito sin hacerle la debida resistencia, consentimos en esta tentación"; prosigue contándole como se cambiaron los nombres para no quedar infamada la familia por si todo salía contrario a lo que habían pensado. Aquí es sintomático como Mateo Alemán va penetrando en el terreno de aplicar su vendetta: el hermano mayor de Saavedra se llamaba Juan Marti e "Hizo de Juan, Luján, y del Martí, Mateo; y volviéndola por pasiva, llamóse Mateo Luján" y ¡Eureka!, aparece el nombre del falsificador-autor de la "Segunda Parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache". El otro hermano, quien engaño a Guzmán tomo un apellido sevillano de "caballeros principales" de esa ciudad y se puso Saavedra y ¡Eureka, otra vez! Ya tenemos el nombre completo: Mateo Luján de Saavedra, con el que se firma la segunda parte falsa. Es evidente hacia donde se encamina Mateo Alemán.

 Navegando Guzmán de Alfarache para España con Saavedra, este último" se mareó de tal manera, que le dió una gran calentura y le saltó la modorra (sopor, somnolencia). Era lástima verle las cosas que hacía y disparates que hablaba y tanto que a veces en medio de la borrasca y en el mayor aflicto (aflicción), (...) también las daba él (las voces) diciendo:

  "¡Yo soy la sombra de Guzmán de Alfarache! ¡Su sombra soy, que va por el mundo!" Con que me hacía reír y le temí muchas veces. Más, aunque algo decía, ya lo vían (veían) estar loco y lo dejaban para tal (como tal).

Luego continúa así Mateo Alemán narrando en boca del personaje narrador, y es muy notoria la crueldad con que expone el fin de Saavedra, sobre todo el último párrafo aquí citado:

"Últimamente, como de la tormenta pasada quedamos tan cansados, la noche siguiente nos acostamos temprano(...). Todos estábamos tales y con tanto descuido, la galera por la popa tan destrozada, QUE LEVANTÁNDOSE SAYAVEDRA con aquella locura, SE ARROJÓ A LA MAR POR LA TIMONERA,(...) le quisimos remediar, más no fue posible y ASÍ SE QUEDÓ EL POBRE SEPULTADO, no con pequeña lástima de todos, que harto hacían en consolarme, Sinifiqué sentirlo; MAS SABE DIOS LA VERDAD".

"Otro día, cuando amaneció, levantéme luego por la mañana y todo él (el día) casi se me pasó recibiendo pésames, cual si fuera mi hermano, pariente o deudo que me hiciera mucha falta, o como si cuando a la mar se arrojó se hubiese llevado consigo los baúles".


Así fue como  también Mateo Alemán, introduciendo un rejuego de nombres, aplica su ajuste de cuenta en la ficción con el falsificador de su obra.  

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