jueves, 12 de marzo de 2015

27 DE FEBRERO E INVASIONES HAITIANAS


(El 27 de febrero de 1844 es la fecha de la primera Independencia dominicana. Hubo otra posteriormente en 1863 por la separación de España, acaso más importante que aquélla por la participación generalizada de todos los sectores sociales. Sin embargo la de febrero es la que ha estructurado y definido el país; y, por haber sido una separación de la  República de Haití, fronteriza con la República Dominicana, ha generado unos desencuentros y conflictos manipulados por las clases gobernantes de las dos naciones y que se han prolongado a lo largo de los últimos años del siglo XIX, todo el XX, hasta el actual con el fortalecimiento sistemático del irracional racismo y el fortalecimiento de una serie de falsificaciones mitológicas de la historia sólo vistas en la época del dictador Rafael Leónidas Trujillo).



Una de las manifestaciones anti-haitiana que han estado calentando los ánimos de los dominicanos, como si se preparase una nueva matanza como la ejecutada por el dictador Trujillo en 1937.

En la República Dominicana  el mes de febrero se ha institucionalizado estatalmente como el "Mes de la Patria o de la dominicanidad". Y es obligado para muchos repetir cada año las mismas palabras vacías y patrioteras que desmienten sus hechos. 

Hoy, el más patriota es el que manifiesta y propaga mayor desprecio y rechazo a todo lo que sea haitiano. Internet está saturado de informaciones, comentarios y vídeos, en blog, tuits, Facebook, etc., que al estar tan exagerados y amplificados te dan la impresión que no pasará un mes sin que en República Dominicana inicie una guerra con Haití y los haitianos. Muchos están siendo sensibilizados para ser "tontos útiles" y reproducir vídeos e informaciones, muchas veces manipulados, de los que no saben quiénes son sus autores, pero que casi siempre son sectores muy oscuros y retrógados.

Lo lamentable de esto es que los ánimos están siendo moldeados de tal manera para que, cuando ocurra una desgracia, la mayoría del pueblo adopte una actitud inhumanamente indiferente, quizá solo atine a decir "ellos se lo buscaron, pa'que aprendan". Esto se está haciendo ya realidad en el caso del joven limpiabotas haitiano encontrado ahorcado en un parque: todos hacemos mutis cómplice.  Como se ha desatado una avalancha de informaciones de una u otra parte, en esa confusión ya no se capta de dónde se origina el problema y sólo un contendiente será el culpable, el haitiano. 

Por eso, este año dirijo mi comentario acerca de la conmemoración de la Independencia Dominicana a dilucidar como se ha manipulado esta fecha para ocultar el origen de los sentimientos racistas y de nuestra incapacidad para vernos nosotros mismos sin buscar un consuelo en el mal y la pobreza del otro ( para no abundar este aspecto si el lector desea busque en mi Blog el trabajo “Aportes de la diáspora áfrico-haitiana en la dominicanidad”).

 En la actualidad a veces causa risa que la mayoría se cree  una invasión pacífica planificada poco a poco, como si fuera consciente y organizada políticamente, pero se ve que los inmigrantes haitianos son personas cuyo nivel de vida social y cultural, aunados a los afanes por subsistir, no le dan mucha cabida para pensar la política. Eso se dice hoy de la inmigración haitiana, pero históricamente desde el siglo XIX (1822)  siempre se ha propagado con profusión una supuesta invasión de la República de Haití en el territorio que hoy es la República Dominicana y que en aquel momento se llamó por escaso tiempo República Independiente de Haití Español  (los intentos haitianos de recuperar el territorio dominicano en diversas batallas terminaron en 1856). 

Esta inexactitud alcanzó su cima en la época del dictador Rafael L. Trujillo, y es normal desde la lógica del régimen de marras que propició una matanza y limpieza étnica(1937) de miles de haitianos en la frontera, pero también en todo el territorio nacional.
El dictador de la República Dominicana Rafael L. Trujillo,
autor intelectual de la matanza de miles de haitianos en la
frontera.

Pero lo que sí "parece" anómalo, inverosímil e ilógico es que en la era del PLD (Partido de la Liberación Dominicana) se haya intensificado de igual manera esa visión de la historiografía tradicional, y ahora sean Joaquín Balaguer y Vincho Castillo los próceres de los altares que hay que citar para reafirmar el nacionalismo y el patriotismo aparejado con el antihaitianismo; que además sean éstos los que dicten el norte de lo que debe pensar el dominicano acerca de los desencuentros entre los dos pueblos.


Tal visión de la historia la veo enarbolar tanto en historiadores y estudiosos de la historia, como en profesionales, estudiantes universitarios y profesores, políticos y politólogos, hasta la alta jerarquía de las iglesias católica y algunas corrientes protestantes evangélicas; pero la guinda del pastel la ponen izquierdistas que lo fueron, o dicen serlos hoy. En ese sentido, la mentalidad dominicana de forma abrumadora parece ir por la autopista de  la involución.

Una invasión supone necesariamente una ocupación, pero una ocupación no implica intrínsecamente una invasión, porque ésta última es penetrar en un territorio con la fuerza. Y si algo no sucedió en el hecho histórico del que tratamos fue el uso de la fuerza. Cuando en 1822 los ejércitos de la República de Haití entraron en la República Independiente Haití Español que era un embrión de República  promovido por José Núñez de Cáceres, no hubo ni un derramamiento de sangre. Este personaje, un hatero y españolista, fracasó en su intento independentista al no contar con la población mayoritaria, negros, morenos y mestizos, y tampoco abolir la esclavitud de la que él mismo era beneficiario.





Pero ahora algunos tendenciosos historiadores y escritores (Euclides Gutiérrez, Manuel Núñez...) aceptan que hubo libre decisión de unirse a Haití, pero le dan otro matiz diciendo que fue un acto de traición y de falta de fe en nuestras propias fuerzas. Lo aceptan de esa manera a regañadientes porque no les importa analizar la situación objetiva y subjetiva en la que se encontraban los habitantes de la parte oriental de la isla  Hispaniola (Hoy República Dominicana) para aceptar de voluntad propia la unión con la joven nación vecina (Haití) y la conveniencia económico-social que por muchos años eso implicó, ya que era una población en parte esclava y otra libre pero con un gran componente racial negro, y otra más criolla del Cibao, pero que ambas temían y no veían beneficios con España y sí discriminación y despojo comercial o la permanencia de la esclavitud que abolió el gobierno de Boyer.


(En temas de lingüística, en mi Blog he postulado que una lengua es una cultura, una manera de ver y reflexionar la vida. Por tanto no puedo contradecirme, y concluyo  que el hecho de que  en Haití se hablara francés y una lengua criolla, y en la parte oriental el español, haya determinado dos maneras de ver la vida y que ha definido, en parte, nuestros sentimientos de una patria diferenciada. Sin embargo esto no puede dar óbice para incentivar sentimientos racistas antihaitianos, ni para invalidar los fuertes e inevitables intercambios y fusiones culturales que se han dado y se seguirán dando entre dos naciones fronterizas).



Francisco del Rosario Sánchez
Obligado a exiliarse Duarte, el ideólogo de la Independencia, le cupo
a este mestizo de gran activismo político, encargarse de los preparativos
finales de la separación.
Y esa voluntad propia de unión con Haití es revelado en el extraordinario Manifiesto del 16 de enero de 1844. Fue una declaración de principios del nuevo país a fundar (República Dominicana) que mes y medio después nacería el 27 de febrero.   Esta proclama, que se  supone fue redactada por Sánchez (aunque en varios discursos extremos vanidosos y "yoistas" Tomás Bobadilla se la atribuye)*, fue también un programa de agitación revolucionaria con una redacción muy inteligente, con mucho tacto político y en el momento exacto; hoy podríamos decir que también fue redactado como si tuviese unos objetivos electorales y de marketing, ya que tocaba diferentes sectores y sus reivindicaciones para recabar el mayor apoyo posible: desde los grandes propietarios de terrenos hateros, comerciantes, la Iglesia Católica, hasta la gente más trabajadora, campesinos, artesanos de la ciudad y sectores raciales como negros y mestizos, a los que se prometía no volver a la esclavitud.


Jean-Pierre Boyer, gobernante de la República de Haití, durante
cuyo mandato ocupó y unificó la isla española con el acuerdo de
los habitantes de la zona este (hoy República Dominicana). 



Si criticaba con contundencia a las autoridades de Haití, también reconocía que la unión fue un acto voluntario de los habitantes de la parte este porque

“Ningún dominicano le recibió (a Boyer) entonces sin dar muestras del deseo de simpatizar con sus nuevos conciudadanos: la parte más sencilla de los pueblos que iba ocupando, saliendo al encuentro, pensó encontrar en el que acababa de recibir en el Norte el título de Pacificador la protección que tan hipócritamente había prometido”**

De esta manera el partido duartiano exponía que el pueblo dominicano “no ha podido sacar ninguna ventaja” porque luego se

“trató a sus habitantes peor que a un pueblo conquistado a la fuerza" 

(subrayado mío, denotando la libre voluntad de la unión con Haití). Pero además, insisto, no se derramó ni una gota de sangre, de ahí que, dice el Manifiesto,  el dominicano “no se negó a recibir el ejercito de Boyer, que como amigo traspasó el límite de una y otra parte”.

El partido duartiano,  unido con los hateros y el movimiento reformista haitiano contra Boyer, reivindicaba, pues, que la acción voluntaria de unirse a Haití le daba derecho, también voluntariamente, a romper esa Unión como al final hicieron. No es más que el desencanto con un régimen en el que se confió y que ya no cumplía las expectativas. Esto podríamos compararlo en la actualidad con lo que es Reino Unido, una confederación de tres países: Gales, Inglaterra y Escocia, cuyas reglas de juego son: si tu te has incorporado voluntariamente, tienes el derecho a desunirte si lo prefieres, pero con el consenso mayoritario de los ciudadanos de esos países.

Y la tan insistente pregonada opresión haitiana por muchos años no se percibe en la República de Haití  (que incluye a haitianos y dominicanos) porque Juan Pablo Duarte sale y entra al país, conoce naciones de su entorno americano y europeo y estudia en las mismas;  su familia prospera y hace comercio exportador; Sánchez ejerce su profesión de abogado y los que firman las sentencias de los juzgados en la zona oriental de la isla tienen todos apellidos hispanos-dominicanos; también los hateros fueron beneficiados ya que desarrollaron altamente sus hatos, y tanto que dos de ellos, Tomás Bobadilla y Santana, después de la Independencia del 27 de febrero de 1844 usurparon, respectivamente, el mando a Sánchez en la Junta Gubernativa y en el gobierno de la nación, precisamente porque habían desarrollado y superaban en fuerza económica a la pequeña burguesía duartiana; asimismo se desarrollaron los comerciantes agrícolas y urbanos. Hubo una época de cierto auge que  contribuyó a eso como expresa Juan Bosch porque "el país tuvo algunos años de cierta animación económica" y que "todo eso hace suponer que hubo cierto grado de prosperidad y que esa prosperidad formó el ambiente favorable al nacimiento de una pequeña burguesía lo suficientemente numerosa para sentirse capaz de tomar la dirección política del país" ***  y cierta fortaleza que el mismo régimen que la auspicia ya no podía continuar aportando, por lo que las clases sociales dominicanas sólo concibieron la continuación de su desarrollo económico recorriendo el camino solos, como nación. 
Juan Bosch en esta obra advierte, en relación a los aportes
al desarrollo económico del régimen haitiano, que "no debe-
mos permitir que las actitudes apasionadas nos confundan".

Indudablemente se refería a los prejuicios anti-haitianos 
 que le niegan el pan y la sal a este pueblo.


Sin embargo nuestro país no se funda como una nación porque sus habitantes no tenían conciencia de nación, ni conciencia política ni de clase. Fuimos fundado con base en el autoritarismo (Bobadilla, Santana, Báez) desde 1844. Por ejemplo, y parecerá a algunos inadecuado o chocante, Estados Unidos de América sí fue fundado sobre una nación, un pueblo y unas clases dominantes conscientes, fuertes económica e ideológicamente. Nació con unos postulados y unos acuerdos. Y no decimos que no haya manejos turbios por debajo del Estado (que ninguna nación es perfecta), pero estarán de acuerdo que en USA, quien se atreve a usar patrimonialmente la res pública y es descubierto está “muerto” políticamente  para siempre. Y por otro lado, ese puritanismo que aún subsiste entre tanto progreso tecnológico y económico y que desde la fundación de esa nación implantaron los protestantes pioneros de ese país, también puede costar la muerte política al que no se comporta familiarmente en consonancia con su ética. Y aunque diferimos de tanta moralidad, es un fundamento del Estado que han asimilado todos sus ciudadanos.  Diferente es Europa,  porque aquí la relación entre los asuntos personales y públicos se rigen por otra ética más liberal.

A 171 años de la primera Independencia Dominicana, nuestro país ha avanzado económicamente, pero este avance de la macroeconomía no ha propiciado bienestar para todo el pueblo; sólo una ínfima parte del mismo, los enchufados en la política, cambian sus niveles de vida; los ciudadanos dominicanos seguimos sin conciencia de nación y de clase, sin una noción de lo que debe ser un Estado, por lo que no tenemos otra cultura política que el autoritarismo y clientelismo, la utilización de la justicia al vaivén de los politicastros, el soborno, el patrimonialismo y el nepotismo, es decir, todo lo contrario de un Estado verdadero. Por eso todas esas taras las criticamos si no estamos en el poder  y cuando lo acariciamos nos entregamos a las mismas prácticas.

Por esa falta de conciencia nacional, alienación e ignorancia de la que acusamos, esto también se extrapola en lo tocante a nuestra definición racial; de ahí que vamos mostrando xenofobia y racismo hacia determinados inmigrantes, ya que nuestra incapacidad hace que veamos al enemigo en el otro. Javier Sádaba, filósofo español vasco, definía ese racismo y xenofobia como “la incapacidad para poseer identidad mínima sin tener que recurrir a identificar a otros. Identificarlos como inferiores a uno mismo. El mal ajeno se piensa que es nuestro bien”.

Y mi antiguo profesor, Diógenes Céspedes, escritor, lingüista y crítico dominicano, está diseccionando las actitudes de los dominicanos en relación al conflictos domínico-haitiano en una serie de artículos, de cuyo último (publicado en el suplemento cultural Areíto del periódico HOY de República Dominicana), extraemos esta cita con la que terminamos:



"Hoy, en momentos de nacionalismo exacerbado, la gran mayoría de la pequeña burguesía, del proletariado y de las clases populares, en vez de dirigir su lucha política en contra del frente oligárquico que les explota inmisericordemente, prefieren orientar su violencia en contra de la mano de obra barata haitiana que viene al país en busca de mejor vida a realizar los trabajos que los dominicanos consideran humillantes y degradantes, pero en Puerto Rico y Estados Unidos los hacen sin rechistar a fin de sobrevivir a la miseria que los gobiernos oligárquicos les ofrecen en su propio país. Los haitianos indocumentados y pobres son, para esos dominicanos, los sujetos malos a quienes hay que liquidar".

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* "Creo, Señores, que ninguno puede ser mejor Dominicano que yo. Yo fui el primero que dije: Dios, Patria y Libertad; yo fui el autor del manifiesto del 16 de Enero, yo en la noche del 27 de Febrero me encontraba á (sic) la cabeza del pueblo..." Parte de un discurso pronunciado e inserto en el  Acta del Congreso dominicano, sesión del 10 de junio de 1847. (Ver Discursos Históricos, compilados por Emilio Rodríguez Demorizi, Revista Clío, no.29, AGN)

** MANIFESTACIÓN DE LOS PUEBLOS DE LA PARTE ESTE, ANTES ESPAÑOLA O DE SANTO DOMINGO, SOBRE LAS CAUSAS DE SU SEPARACIÓN DE LA REPÚBLICA HAITIANA". Documentos para la historia de la República Dominicana,volumen I  Archivo General de la Nación, 1944,compilado por Emilio Rodríguez Demorizi.

*** Ver “Composición Social Dominicana” Ediciones Alfa y Omega, 1981, pág. 150.






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