Espacio para la reflexión, el análisis y el debate; sin lisonja, silencio ni condena. Siempre con un toque autobiográfico y ecos del gran cine y literatura.
sábado, 9 de agosto de 2014
AVISPA, ABEJA Y ARAÑA EN MADRID
El fallecido periodista dominicano José Labourt, oriundo del municipio de Vicente Noble, Barahona, escribió un libro titulado "Sana, Sana, Culito de Rana..."( citaré la edición de Editora Taller, 1982). En él recopila numerosas creencias mágico-religiosas de sus región. Ya hace muchos años que lo leí, pero no fue hasta que estuve en España cuando constaté acerca de un caso que narraba en el mismo. Ya no era el conocimiento teórico de una lectura que quizás había olvidado, sino la vivencia real y el contacto social con las protagonistas de mi relato: Avispa, Araña y Abeja.
Empecemos por los antecedentes. En muchas comunidades rurales y barrios populares de República Dominicana a veces es una odisea buscar a alguien. Si no se hace con el apodo nadie parece conocerla ni te dará información. Posiblemente esto que hace 40 años era más generalizado, haya mermado con la modernidad y la instrucción educativa, pero sigue viviendo en segmentos de la población. Dentro de la religiosidad popular dominicana las fuerzas maléficas están en constante actividad para hacerle daño a los individuos. Esta antropología cultural dominicana es una variante del maniqueísmo clásico del bien y el mal, simbolizados en las figura de Dios y el Diablo, creencias que se amplifican en el proceso de sincretismo con las culturas africanas. La mayor defensa contra los poderosos espíritus malignos es la cruz; pero también están las estampitas de vírgenes y santos, el agua bendita, oraciones escapularios y luases.
En función de esa creencia, muchos creen que el nombre de la persona es la persona misma, como una parte más de su cuerpo. Un guanguá en República Dominicana es el medio que se usa para echar una brujería a alguien.
(Es parte del Vudú dominicano, aunque no lo denominamos así por prejuicios hacia el Vudú haitiano (del que se dice que es sólo para hacer el mal) le llamamos Veintiuna División o Creer en los Misterios. Si se va al templo de la Veintiuna División de Villa Mella se constatará que ahí están los mismos luases y santos típicos del vudú).
En fin, quien prepara el guanguá necesita el nombre del individuo para afectarlo y hacerle daño. Se cree que hay personas "vendegente" que averigua el nombre y apellido completo del que se quiere perjudicar y se le facilita al demonio. Por estas razones en sectores campesinos y barrios populares son muy dados a nombrar con apodos a sus hijos a manera de protección. Así el mal no podrá llegar a la persona. Aquí apostillaría yo que ¡qué tontos deben ser esos espíritus que no encuentran a sus víctimas porque se colocan un apodo!
(La etnia gitana española también es muy dada a poner motes a sus miembros desde temprana edad. Rara vez se conocen los verdaderos nombres; fíjense sino en las figuras famosas del cante flamenco: Camarón. Tomatito, Azuquita, Manzanita, El Cigala, La Negra, Pepe Habichuela, Potito, Lebrijano, José el Francés...Desconozco si las razones son semejantes a las que motivan al dominicano. Tendría que investigarlo para demostrar alguna hipótesis, ya que los gitanos son herederos de tradiciones y culturas orientales, por tanto muy espirituales y mágicas)
José Labourt describe un caso sucedido en un paraje municipal: "Una vez a una comunidad rural llegó la noticia de que había muerto Clemente Columbano Abad Rosario Pérez, natural de allí. Nadie conocía ese nombre. Un familiar, después de un buen rato, dijo que creía que ese era el nombre de Songo el de Pedro"(Ob.Cit.).
Sigamos con el quid de la cuestión. En Madrid residen tres hermanas del conglomerado dominicano. También provienen de Barahona, como el 80% de los inmigrantes dominicanos en España. Muy conocidos por sus trabajos en peluquería, se les recuerda con mucha intensidad porque sus nombres concitan curiosidad o leve risa si recién la conoces. Son Araña, Avispa y Abeja. En alguna ocasión me encuentro con una de ellas y le quise decir: "tú eres..." esperando que respondería con nombres y apellidos; ella completó mi frase con un tajante "...sí, yo soy la avispa" con una naturalidad que me asombró y, en cierta medida, desconcertó. En todo caso eso demostró la seriedad con que era tomado el apodo dado por sus progenitores y el grado en el que se respetaba ocultar el nombre inscrito en la partida de nacimiento.
Según han expresado las propias avispa, abeja y araña, el periodista José Labourt fue su familiar , de ahí que haga mención de su caso en el libro ya citado. Sus motes se originaron así: a sus progenitores se les morían los hijos al poco tiempo de nacer; consultaron a una hechicera que le aplicó un luá (espíritu protector o benigno de la mitología popular), les instruyó para que bautizara a los subsiguientes hijos con nombres de "pajaritos" .
("pajarito", se denomina popular y coloquialmente en República Dominicana a los insectos).
De ahí lo de "avispa","abeja" y "araña". Ni abuelos ni tíos conocen sus nombres verdaderos de acuerdo a lo dicho por algunos de sus familiares. Por tanto, el lector no puede esperar que yo lo exprese en este escrito, - tampoco lo sabemos- ya que hay que preservar el resguardo del luá ¡por si las moscas¡
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