Latinoamérica en su literatura fue siempre receptora de todos los movimientos literario-artísticos que se suscitaban en España. Clasicismo, Barroquismo, Neoclasicismo, Romanticismo. Este último, como expresión artística de la Ilustración, dio valor a la individualidad; impregnó amor por los terruños patrios, sus paisajes y sus lenguas. Establecido en nuestro continente contribuyó a promover las luchas independentistas de los proyectos de repúblicas latinoamericanas. En las mesitas de noche de cada prócer y libertador del siglo XIX seguramente reposaba un ejemplar de "El Contrato Social" de Rousseau, la directriz socio-político y filosófica del Romanticismo.

América Latina hacía el papel de recipiente en el que se vertían los contenidos y formas hispánicos. Pero eso cambió a final del siglo XIX. Al decir del chileno Vicente Huidobro "desde el Siglo de Oro las letras españolas son un desierto hasta Rubén Darío". Y cierto, ya España tenía poco o nada que ofrecer. El novelista asturiano Leopoldo Alas-Clarín- (La Regenta, Su Único Hijo), lo confirma: lamentaba esta situación escribiendo que "los artistas surgían aisladamente, el arte español surgía de tarde en tarde, ya nunca obra colectiva, ni menos duradera" (Ver libro Nueva Campaña, Librería de Fernando Fe, Madrid 1887) y criticaba el "snobismo" de los jóvenes escritores que imitaban la literatura francesa.
Pero...¿había alguna otra literatura a donde dirigir la mirada que no fuera la francesa para crear obras de valor? Es evidente que no. Francia era la lumbrera, la vanguardia, y hacia allí miraron y se inspiraron los latínomericanos, y Rubén Darío al crear el movimiento Modernista. La ruta España-Latinoamérica se invirtió. Fueron ahora los escritores españoles de la generación del 98 quienes recibieron las directrices de los iberoamericanos y si no miren la importante nómina de los que, en la península Ibérica, fueron incorporados: los hermanos Manuel y Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, Unamuno, Francisco Villaespesa, Jacinto Benavente... Esta fue la primera vez.
El Modernismo adoleció de ser una transformación de los movimientos simbolistas y parnasianos franceses que buscaban imágenes, elementos y paisajes extraños, exóticos; buscaron lo oriental, lo grecorromano y el cisne como gran símbolo ideal de todo lo que sustentaban. Claro, Rubén Darío fue adaptando su arte a la realidad continental, y en la etapa final del Movimiento (1905) escribió el libro "Cantos de Vida y Esperanza", evidencia de la transformación del Modernismo hacia temas sociales y políticos. Se preocupa por el ascenso del nuevo imperio norteamericano que empieza a invadir países, y ante esta perspectiva Darío se muestra horrorizado cuando en dos poemas, "Los Cisnes" y "A Roosevelt", escribe "¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?; "Eres los Estados Unidos/eres el futuro invasor/ de la América ingenua/ que(...) aún habla español". Y fue un modernista mexicano, Enrique González Martínez, quien demolió el símbolo del Movimiento en otro poema que a su vez fue el epitafio del Movimiento mismo:
"Córtale el cuello al cisne de engañoso plumaje"
Casi inmediatamente como una respuesta al Modernismo agonizante, surge el Creacionismo del chileno Vicente Huidobro al tiempo que lo difunde en España. Se adhirieron escritores españoles como Gerardo Diego y Juan Larrea, y con ciertos vínculos con el Creacionismo surgió el Ultraísmo, como mímesis y transformación otra vez de las vanguardias francesas. Evidencia una vez más que España no tenía mucho que ofrecer en literatura novedosa. Esta fue la segunda vez que se concreta esa influencia de Latinoamérica a España.
La tercera vendrá en los años 50 y 60 con esa inigualable generación de narradores y poetas como Juan Rulfo, Lezama Lima, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Vargas LLosa...que ya no sólo opacará la literatura hispánica sino incluso se hará preeminente y aclamada en todo el planeta.
Y surge Gabriel García Márquez como si fuese la gran síntesis, el gran mural "collage" de la literatura de América Latina. Un escritor que surge tardío, proveniente del periodismo, como una generación sin "ismo", pero que ha bebido de todos y todo. Porque vemos en "Cien Años de Soledad" mucha intertextualidad de personajes de Carpentier, de Cortázar, de Carlos Fuentes.

Todos estos antecedentes son los que tienen validez para explicar lo que significa García Márquez para América Latina y el resto de los continentes. El Modernismo y el Creacionismo abrieron el camino. Impuso "ismos" a la antigua metrópoli, pero basado en lo extra-latinoamericano. García Márquez sin escuela ni grupo literario nos ha dado un estilo sin igual en el arte de escribir, presentando situaciones latinoamericanas en la que fantasía y realidad están equiparados.
Gabriel García Márquez y su "Macondo" significa lo que significa también Cervantes y su "Quijote" para quienes disfrutan y saben catar un buen libro. Significa la esencia de la literatura: la ficción total; para mí es la gran apoteosis de la ficción como en Cervantes. En El Quijote todos los personajes implicados en su obra representan una ficción, un papel que le es ajeno en sus vidas reales: lo que ve El Quijote es la imaginación confundida con la realidad, los personajes implicados además actúan como si fuese cierta para llevarle la corriente; son travestidos para ser otra persona, por creer, sin más, las palabras del hidalgo manchego, o por hacer una broma montando el gobierno de la ínsula Barataria para Sancho, y etc. y etc.

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Y aunque en su magnífico discurso de recepción del Premio Nobel (La Soledad de América Latina) dijo lo que dijo, con él nuestro continente ya no estaba solo en el planeta, y la preocupación de Pedro Henríquez Ureña se vería despejada porque Iberoamérica ha buscado su expresión y por fin la ha encontrado en ese que hay que llamar
Provinciano Universal: Gabriel García Márquez.
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