sábado, 9 de agosto de 2014

EN ESPAÑA MURIO EL ORGULLO DE SENTIRSE MULATO


Primero fue lo de Indio. Así  me definía el primer documento de identificación personal que me expidieron. Entonces me  pregunté ¿Y esto qué es? ¿Existe el "indio" como fisonomía étnica? Evidentemente que no.

 Es historia aprendida que las clases dominantes dominicanas, desde la misma primera independencia, siempre han querido diferenciarse de la herencia africana de nuestra nación, y la ocupación haitiana contribuyó a obviar y rechazar esa herencia africana impregnada en el 75% del pueblo dominicano.  Nuestro primeros nacionalistas, lógicamente por ser criollos descendientes directos de españoles, se consideraban, como escribió en un poema Rubén Darío, "cachorros del león español". Luego, esto fue internalizado por un pueblo negro y mestizo. Se optaba por resaltar la nostalgia por el indio desaparecido; rechazar, antes que aceptar, la predominante herencia africana; negar que teníamos dos madre-patria, contrario a los que la historiografía y sociología tradicionales habían determinado. Madre Patria España, Madre Patria África. Nuestro gran poeta popular Juan Antonio Alix ya advertía que "emplearé mi débil pluma /para darle una lección(...) /por ser muy blanco se afana /y del negro hasta se  aleja /Porque cree que no tiene /"El negro tras de la oreja."

Inmediatamente después de la segunda independencia fruto de la Restauración, los escritores románticos se sumaron a esta corriente indigenista. Descollaban José Joaquín Pérez, Manuel De Jesús Galván, Javier Angulo Guridi y la propia Salomé Ureña, entre otros. Luego Trujillo lo acentúa; a su administración se debe la famosa "identidad" étnica en nuestra cédula, los innúmeros matices y gradaciones que , enfermizamente, se asignaron a nuestro pigmento de piel; todos, menos negro: indio, indiesito, indio claro, indio clarito, indio oscuro,indio trigueño, indio lava'o...

Lo segundo fue que en los años 80 del siglo XX se desarrolló una tendencia entre los sectores progresistas y alternativos a reivindicar la "verdadera" fisonomía étnica de la mayoría de los dominicanos al proclamar:  "somos un pueblo mulato", un mestizo  en cuya conformación está presente el elemento africano. En escuela y clubes culturales recibíamos los cursos que nos hacían conscientes de esa realidad. Queríamos, como docentes, que en los textos escolares ( la mayor parte impresos en España) se hiciera notable esa identidad dominicana tanto en sus contenidos curriculares como en los dibujos que los ilustraban; que no se pintara sólo de color marrón un personaje que tenía cara de blanco español. Y aunque esta nueva tendencia sociológica fue teorizada por prestigiosos profesores universitarios, sociólogos y lingüistas, para quien escribe ya no  vale lo de mulato e, igual que  lo de indio, tenemos que darle caducidad.

 Y lo tercero es que a pesar de todo el prestigio y capacidad de los profesionales que nos orientaron, nunca se cuestionó el término mulato, ni su origen dudoso, turbio, denigrante. Y miren por donde, vine a darme cuenta en España con la interrelación e intercambio con africanos natos de Senegal, Guinea (Bissau y Ecuatorial) Mali, Camerún o Nigeria. Ellos, muy conscientes y orgullosos de su raza, no habían olvidado el desprecio que implicó ese término históricamente y que lleva implícito.

 Eso he aprendido de ellos; es imprescindible no escamotear que "mulato" constituyó un epíteto utilizado por los esclavistas o patrones para nombrar al conglomerado humano con mistura  de raza negra y blanca. Para la mentalidad de épocas pasadas, esta fusión resultaba una especie de engendro, algo contra natura, una aberración, una especie de monstruo de Frankenstein, un experimento de científico loco, diríamos hoy. Igual  que era considerado genéticamente el mulo como el resultado de la unión de yegua y asno o viceversa.

Pero para ilustrar lo antiguo en el tiempo y el desprestigio del fenómeno, nos remontaremos a 1598, año en que se publicó esa joya de la Literatura española Guzmán de Alfarache  de Mateo Alemán. En el capítulo V se narra como un mesonero no tuvo mucho cuidado de tener atados una buena yegua de Galicia y un burro, por lo que la primera quedó preñada, continuando el relato así:  "Es inviolable ley en Andalucía no permitir junta ni mezcla  semejante y para ello tienen establecidas gravísimas penas. Pues como a su tiempo la yeguezuela pariese un muleto(...), detúvolo escondido algunos días con grande recato; mas como viese no ser posible dejarse sentir, por no dar(oportunidad de, aclaración mía) venganza a sus enemigos(...), acordó este viernes en la noche matallo" Como observarán, la expresión "muleto"(que también proviene de mulo) de la lengua española del siglo XVI deviene en mulato, por lo que tiene de origen una connotación  despectiva y denigrante.

En el fondo nos evoca ese mestizaje de raza blanca y negra. Se que las palabras tiene el significado malicioso que queramos darle, por lo que quizás hoy no se diga  mulato con esa carga despectiva, y podríamos optar por seguir utilizándola; Pero conociendo su origen, el por qué hace siglos se estigmatizó así a un conglomerado humano, y teniendo otra opciones... ¿no sería adecuado inclinarse por términos más dignos y acordes con nuestra realidad histórica, tal como el uso dado en Estados Unidos, donde los descendientes de esclavos  no aceptan siquiera que le llamen negro? En tal caso podríamos recurrir a afroamericano, afroantillano o, en nuestro caso, afrodominicano. Los dos primeros son ya de uso habitual. Quien escribe, desde luego, eso de mulato ya no lo ha vuelto a utilizar, ni lo utilizará.

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